Los Primeros Camiones de la Alianza de Camioneros Jalisco 1945.
Fuente fotos: http://www.guadalajararutastransporte.mex.tl/507330_Alianza-de-Camioneros-Origen.html
Ruta Rastro viejo, los Angeles – Belenes
Hablar del
transporte urbano o camiones, me resulta
un tanto extraño en estos días, realmente ahora, son muy pocas las ocasiones en que utilizo el
transporte público como camiones o minibuses.
En mis
recuerdos sin embargo, los camiones fueron actores principales, en los años de
escuela: preparatoria y universidad y quizás otros más; hasta que pude
comprarme mi primer auto, que fue un Volkswagen sedán, verde perico, pagado con
aquellos planes de auto- financiamiento, ahora lejanos pero muy utilizados en los 90s. Pagabas tres
veces el valor del carro, pero si eras suertudo y te sacabas el sorteo, podías
estrenar carro nuevo en un mes. Yo duré como un año y medio en sacar la rifa y
poder estrenar.
Autobús urbano de la Alianza de los Años 1974 hasta 1990
Las rutas
de camiones más utilizadas por mí, eran las que me llevaban al núcleo del área
del tecnológico, ya que estuve primero en la vocacional, que en los 80s se
ubicaba en la esquina de Boulevard Tlaquepaque y Olímpica, hoy creo que son algunas oficinas de la UDG,
así como las áreas industriales que también se ubicaban en el mismo núcleo.
Las rutas
que recuerdo eran las que tomabas en la calle de Progreso, ya que yo vivía por
la colonia americana y había solo dos: Rastro viejo y Ángeles. La primera creo
que era el número 60 y la segúnda el 62, la ruta del rastro era larguísima y te llevaba
casi una hora arribar al tecnológico, la de Ángeles que se iba por la central
vieja, 5 de Febrero y Olímpica era mucho mas rápida.
Me atrevo a
decir con lo que leo ahora, que fuera de pintar los camiones, cambiar los números
y nombres a algunas unidades, el servicio era igual de terrible en mi época, como
lo que comentan hoy los usuarios del transporte público.
Autobús de la Alianza de Camioneros Jalisco de los Años 1993 - 2009
En aquel entonces había
las credenciales de estudiante que te
daba la FEG (rojas) y había boletos especiales de otro color, que costaban
mitad de precio para estudiantes, no había para tercera edad ni tampoco trasvales. En más de alguna ocasión, me aventaron el
boleto a la cara y el dinero al piso,
por pagar con credencial, no faltó él que me dijo -Mejor te lo regalo, si
tanta necesidad tienes- y me dejaba pasar con una carota. Lo bueno es que a
los 17, entre que te asusta un poco el chofer gordo y feo, y te vale un poco lo
que te digan, además de que siempre hay
la amiga o amigo que se ríe contigo, lo dejabas pasar.
Me pongo a
pensar que le diría a un tipo arbitrario de estos, a mi edad de pocas pulgas.
Por lo que
leo en el periódico, el servicio sigue igual. Qué diferencia a los autobuses
que recientemente tomé en España e Italia, donde el chofer va en una cabina
aislada, hay una máquina de monedas donde pagas tu pasaje y no hay ningún
contacto con el chofer.
El cual
asumo que tiene un buen salario, y no está peleando tiempos ni pasaje, su
sueldo y su sindicato lo hacen respetable y a su vez respeta al pasajero.
Sabe que
está dando un servicio público.
Volviendo
al punto de los camiones, merece mencionar cuando ibas a “Belenes”. En aquel
entonces, solo existía el edificio de Belenes ( lo que hoy es una prepa, no se
que número), ni sus luces del CUCEA, ni otros centros que existen hoy. Ir a ese lado del periférico era una aventura
como ir a la barranca de Huentitán.
Cuando iba
a la prepa se usaba algo, que se llamaba “Desarrollo de la comunidad” que
básicamente era, un entrenamiento socialista que se nos daba en Belenes,
consistía en horas de teoría y entrenamiento en materiales socialistas, con un
sinfín de maestros chilenos, que en esa época pululaban en la UDG debido a los
exiliados por la dictadura de Pinochet y que la universidad daba cabida en sus
aulas, y algunas horas de actividades recreativas como artísticas y deportivas.
Esto era durante cuatro semestres, el último año tenias que ir a hacer labor
social a alguna comunidad o barrio pobre.
Centro Vocacional de Actividades para el Desarrollo de la Comunidad belenes
Llegar a
Belenes, era la aventura mas intrépida, si te decidías por el camión, solo
había una ruta que pasaba en PedroLoza en el centro y había colas hasta de cien personas, que nunca respetaban los
estudiantes y terminaban todo mundo amontonándose en las puertas y aventándonos
para poder subir. Si dicen que a los estudiantes, no les gusta estudiar o no
aman la escuela, esta era prueba fehaciente de que no, poner en peligro tu vida
para subir a un camión habla de tus ganas de estudiar. Esta ruta duraba casi
dos horas en llegar a Belenes.
Entonces,
nos quedaba otra opción más arriesgada: “los bajes”. Esto era, que nos íbamos a la
vocacional y un grupo de estudiantes y de la FEG, que íbamos los martes y viernes
a Belenes, se paraban en Boulevard Tlaquepaque, enfrente de las áreas y de la
Voca, paraban camiones y bien de buena manera o a la fuerza, se obligaba a los
camiones a cambiar la ruta. Recuerdo que eran de esos rollos de tela, y giraban
con una palanca hasta que decía “especial”
o “no en servicio” y algún chistoso traía alguno “a mi casa” “con mi suegra” etc.. Entonces, nos íbamos
una caravana de 4 o 5 camiones “de baje” ruta a Belenes.
Los
chóferes atemorizados, por esta horda de
salvajes, ósea nosotros los estudiantes y los Fejosos, que algunos si tenían
cara de malhechores, la verdad, se veían
sumisos y unos hasta se divertían, el chofer que se negaba, me tocó ver como lo
bajaban y alguno que sabía manejar, tomaba el camión, pero estas eran las menos
veces, si no eran tontos, la Alianza les iba a pagar la ruta si era baje.
Claro que
éramos calificados de vándalos, la verdad nunca me sentí así, yo iba a estudiar
y era la única forma de llegar a Belenes.
El regreso
era más problemático, como los camiones ya sabían de los bajes, no se paraban
por el área de Belenes, pero los estudiantes aguerridos se iban a otras
colonias como Tesistán y Tabachines y traían a los camiones desde allá.
También proliferaban los “rides” o aventones, y las caminatas de varios
kilómetros hasta llegar a la Basílica de Zapopan donde ya había camiones. No había
minibuses y solo unas cuantas rutas llegaban.
El basurero
municipal, todavía estaba en operaciones, y no faltaba el arriesgado que pedía "ride"
al camión de la basura y se iban colgados.
Aun sonrío,
cuando recuerdo aquellos tiempos de ligereza y de falta de culpabilidad. El
estudiante era sano, quería llegar y no importaba como.
Muchas éramos
mujeres con libros en la mano, con trabajos, pinturas y mil cosas artísticas,
la verdad la foto distaba mucho de parecer bárbaros.
El uso de
camiones continuó por otros cinco años, cuando entré a Ingeniería en 1984, en
el mismo núcleo del Tecnológico, mismas rutas y mismo servicio. Sólo cambiaron
en mis últimos dos años, que nos cambiamos de casa y se complicó más, ya que vivía
por la colonia Ladrón de Guevara y allí si, que no había rutas que me llevaran
hasta allá. Tenía que tomar una “combi” tal cual, no eran minibuses, en López Mateos
que siempre iban llenas, te ibas parado
por cuarenta minutos, en posición de sacrificio estilo vía crucis, hasta llegar
a la de Olímpica. No había ipods, que te aligeraran la ruta y los Walkman, de
la época eran caros y pesados.
El último
año fue peor, en cuestión de camiones, nos
cambiamos por Plaza México y sólo pasaba el 37, que te llevaba al centro y ahí a
caminar a Revolución para tomar otro.
Ya en esos
años, había más compañeros con carro y negociabas, con quien te ibas o donde te
podían recoger.
También ya empezaba
a manejar y recuerdo que en el vocho rojo de mi mamá, que es como un hermano
(es del ‘68’, armado en Alemania) y todavía existe, aunque ya se usa muy poco.
Nos daba
transporte a diez, cuando salíamos de las prácticas a las 10:30 de la noche y
ya no había camiones.
Buenos
recuerdos, diez en un vochito, todos felices, y todos cabíamos.
El último
reto de camiones, llegó cuando entré a trabajar hace más de veinte años a IBM,
y también era zona foránea, no como ahora que ya es considerada conurbana y ya
pueden llegar camiones urbanos. Tenía
que tomar un camión a González Gallo que era de ida y vuelta o ir a
la central vieja tomar un camión foráneo al Verde, que era el único que iba al
Salto y me dejaba enfrente de IBM.
Esto fue
mientras era becada, cuando me convertí en empleada, pude tomar las rutas de
transporte de la compañía, que también fueron una experiencia singular. Los
camiones eran de “lujo” para la época, camiones Panoramex, con asientos
reclinables, algunos permanentemente, ya que por viejos no podían enderezarse, además
que los vidrios no abrían y el aire acondicionado no funcionaba. En las mañanas
eran una belleza, sobretodo en los meses de invierno, pero el regreso a las
5:00 de la tarde era lo mas parecido al infierno.
En la ruta
que yo tomaba, ya vivía para ese entonces por el Tianguis del Sol, pasaba por
Patria a las 7:15 AM para llegar a las
8:30 a IBM. Lo más curioso era nuestro chofer por años, que era fanático de
escuchar el noticiero de Chimely[1]
en Radio Ranchito, así que te gustara o no oías la nota roja y noticias policíacas,
todos los días, siempre cerrando con su singular frase: “El hombre es el
arquitecto de su propio destino” qué hizo tan famosa sin ser su autor.[2]
Una
habilidad que adquirí, viajando en camiones, era la de dormitar por varios minutos o hasta
una hora, y saber exactamente cuando ya ibas a llegar y despertarte. En los
camiones urbanos, más de alguna vez me pase de mi bajada y no dudo que hasta
baba y algún ronquido por allí haya dejado. Después en el camión de la compañía,
era más fácil te dormías cálidamente y te despertabas al llegar al trabajo.
Una hora gratis
de sueño era muy bienvenida.
Gracias a
esta habilidad adquirida en esa época, no sabía aún, cuán útil iba a ser en mi
vida laboral. Fueron decenas de vuelos, donde pude dormirme sin tantos
protocolos, ya fuera cruzando el Pacifico, Atlántico o el Cono sur; doce,
quince y hasta veinte horas de vuelo,
ahora pienso que los sobreviví, gracias a mis habilidades somníferas adquiridas
en las rutas Rastro Viejo – Ángeles.