La odisea del negligee
Negligee – Del francés... como al descuido.
Es estos días surgió la posibilidad de tener un
interesante encuentro con un amigo, aún no se como pueda resultar, pero espero
que el encuentro tenga como los buenos vinos, notas amorosas y de pasión, que
de conversación y de buen humor seguro las tendrá.
Muy femeninamente pensé: -Si se da el encuentro, ¿qué
me voy a poner?-
Esta pregunta se vuelve imprescindible ahora, donde
enseñar solo lo suficiente es la clave.
Así que me puse a revisar mi armario y de las posibles prendas descubrí que
algunas ya no me quedan, claro que mis tallas han ido aumentado un par de números
y otras definitivamente funcionaron en su momento, pero ahora difícilmente me
las pondría.
Los últimos encuentros amorosos fueron tan en
confianza y tan poco planeados, que la adrenalina del instante, bastó para que
no importara, como te agarraba la tormenta.
Pero hoy que con toda premeditación, buen ánimo y
disposición, me gustaría estar oportunamente preparada para un encuentro
amoroso, resulta que no tengo nada
apropiado.
Me declaro totalmente culpable ya que soy súper fan de
las pijamas fachosas, (si es que se les puede llamar así) donde una playera o
camiseta vieja, preferiblemente sin mangas y un short de algodón son la mejor
pijama que puedo encontrar, que me permite movilidad durante la noche y rondar por toda la casa con amplia
desfachatez.
Con poco tiempo disponible y pensando erróneamente que
sería una labor sencilla dispuse la mañana del sábado para estos enseres, ¡Craso
error! Ha resultado una odisea increíble, encontrar algo que me agradara.
Decidí comprar dos artículos este fin de semana y el
que pensé que sería sumamente complicado; una nueva cámara más ligera, digital, fue mucho menos
complicado -Señorita quiero una cámara
digital, ligera, con comandos manuales, con un buen lente, que grabe
videos cortos y que tenga opciones de ajuste automático y manual-
La búsqueda fue rápida me mostraron cuatro o cinco
marcas, las más famosas, con precios en el rango, estuve jugando un rato dejándome
seducir por las posibles fotos. Y tomé
mi decisión. En media hora tenia cámara
nueva y feliz...
Entonces pensé que iba a ser mucho más fácil el siguiente encargo, fui al departamento de lencería,
me dije -Veo algo que me guste y me
regreso a casa a leer el periódico-
Aún no sabía que estaba totalmente equivocada.
El primer asombro es cuando se me ocurre preguntarle a
la vendedora, después de intentar ver
algo por mi cuenta. -Señorita donde están los negligés-
Vi su cara de “What?, y entonces le dije -Los
camisones largos o cortos-, y me contesto ah! Venga para acá.
Entonces sentí horror cuando vi una colección de
colores pastel, rosados y azules, de telas entre franelas, algodones y
dubetinas, adornadas con figuras desde snoopies, gatos gordos, maripositas y
campanitas.
Al ver mi cara me dijo: ¿Busca algo en especial?
-Sí señorita algo bonito, sexy y seductor con telas de
seda, satín, encajes, listones, colores atractivos para mí (y no de quinceañera)-.
Y me dice -Es que solo tenemos de este tipo- Creo
que ni en mis tiempos de casada use esas pijamas tan de doña, mi ex y yo compartíamos
la adicción por pijamas y short viejos, creo que verlo en franela hubiera
matado cualquier atisbo de pasión en mi.
Le pregunté ¿En verdad es todo lo que tiene, no hay
algo más alegre, más de mujer, más sensual, como para señoras como yo?
Entonces una acomedida ayudante dijo ¡ah! Tenemos unos
babydolls, esa palabra si entendía, entonces me dirijo a ver los babydolls
y no sabía si llorar o reírme a carcajadas.
Si a fetiches y lugares comunes nos referimos, esas
prendas lo eran todo.
Rojos con lunares negros, liguero incluido, verde transparente
con encajes negros, o con telas atigradas de mal gusto etc., claro que no iba a
ponerme nada de eso. No, en el primer encuentro amoroso con un nuevo amante.
Me reí y la chica también se rió, -Señorita, se le
hacen como para una señora así como yo-, y fue honesta: -No señora están
medios corrientes o vulgares.- Jaja
Para no hacerla quedar mal, le dije -Digamos que
muy exóticos, para lo que los necesito.-
Recordé hace ya varios ayeres cuando me iba a casar,
que buscar ropa linda para la “noche de bodas” y el viaje de luna de miel, términos
demás trillados, yo los renombraría indudablemente.
Busqué algo que fuera lindo, sexy y había muchísimos, elegantes,
románticos, en todo tipo de telas (sedas, satines, gasas) y colores desde
moderados hasta extremos, pero todos con diseños bellos y elegantes, seductores
sin caer en la vulgaridad.
Pero, ¿adivinen qué? No había presupuesto para gastar tanto
dinero en un negligé, entonces se compraba algo bonito y que no fuera costoso.
Me despedí de la chica, le di las gracias y dije, ¿qué
pasa, es que ya nadie usa ropa sexy para dormir?
Y pensé que podría ser un claro reflejo, de las
relaciones tipo fast-food (comida rápida) tan comunes ahora, donde se hace el
amor (o más bien se tiene sexo) en cualquier lugar, donde caiga, con la ropa
que se lleve, sin planeación, sin preparar el cuerpo, la mente y el corazón
para estar disponibles y gozosos, donde estar medio alcoholizados, reemplaza a
toda la seducción y el erotismo.
Entonces recorrí varias tiendas del centro comercial,
y la historia se repetía ¿Negligé? Traducía: Quiero decir camisones sexys y
bonitos y me mostraban un montón de prendas de algodón y franelas colores
pasteles y todas tiernas y en el lado seductor seguían los fetiches.
Además las tallas eran como para adolescente.
Cero y van tres, lo que iba a ser una labor de veinte
minutos, ya llevaba dos horas y varios traslados, recorrí varias tiendas y la
misma historia.
Entonces mi memoria global, recordó la famosa tienda
"Victoria's Secrets” y entendí el éxito del emporio, y porque siempre que viajaba a USA se volvía
imprescindible visitar una de ellas.
Una tienda, pensada para la lencería de mujeres de
todas las edades, desde los 15 hasta los 90 años, desde los 35 kilos hasta los
100. Para todo tipo de actividades, para dormir en familia, para dormir en
pareja, para seducir a alguien, para trabajar de noche, para todos los estilos
y sabores.
En todos los colores, en todas las tallas, en miles de
texturas, con modelos dramáticos, sensuales, vulgares, románticos, de “mizzies”
(para aquellos de fijación con el manga oriental), para un hospital, para una
noche de verano, para tener un bebe, para cuidarlo.
¿Cómo es que en una metrópoli como Guadalajara, no
haya un lugar que pueda cubrir todas las necesidades?
Soluciones disponibles, pues buscar catálogos en
Internet, hacer un pedido y seguir enriqueciendo al emporio “de los secretos de
Victoria”
¡Qué hábil el mercadólogo de los secretos de Victoria! … Pensar en los
secretos de Laura, Rosa, María, Camila, Ludmila y los miles de secretos que se
pueden esconder en un negligé, baby doll, pijama, camisón, o bodys.
En fin, con el poco tiempo en puerta, no me quedaba más
que seguir deambulando por los almacenes de mi ciudad y esperar que alguien
tuviera compasión del las señoras y gorditas, sexys, elegantes, apasionadas y
todavía muy vivas:
demasiado sensuales, para envolverse en un camisón de franela,
demasiado orgullosas, para desnudarse de repente, ante
un nuevo amor,
demasiado apasionadas, para querer seducir y provocar
mostrando solo lo mejor de sus cuerpos.
demasiado selectivas, para resignarse a parecer
vulgares y corrientes sin necesidad.
Me autopreguntaba, que pensaran los diseñadores, que las señoras como yo ya no tenemos
relaciones, o amantes atractivos, será que en verdad después de los cuarenta
solo ven tele.
Difícilmente me imagino tener un hombre en mi cama y
usar toda la noche solo para ver la tele, por lo menos un momento intimo, digo
para eso de dormir relajaditos.
Pensando en revivir
el Quinteto de Mogador, de Alberto Ruy Sánchez con todo el erotismo y
sensualidad de sus cuentos.
Me pregunto dónde quedó el arte de seducir, el arte de
ir descubriendo poco a poco el cuerpo del otro, ir mostrando pequeñas partes del cuerpo para
disfrutar poco a poco, donde el beso y la caricia se van posando brevemente,
donde el encuentro requiere tiempo y paciencia, donde no hay prisa de ver un
cuerpo desnudo.
Cuando lo que importa, es solo llegar al final sin
saborear todo el proceso, se me figura como tener una buena copa de vino y zampártela,
sin probarla, sin paladearla.
Se me asemejan a los famosos “shots de tequila” (coscorrones)
donde no importa que sepa horrible, solo hasta el fondo para emborracharte rápido.
El arte del sexo es más que emborracharte
es ir disfrutando cada instante, cada centímetro de la
piel del otro,
es ir reconociendo sabores y olores,
es ir probando texturas y ritmos.
es tener la libertad de cubrir y descubrir. Te enseño
y me cubro, me desnudas y me vuelvo a vestir,
es esa atmósfera de pudor e impudor combinadas,
es jugar con la provocación,
es disfrutar el velo de misterio,
es el secreto de ver y no ver, de querer ver más
es provocar a la imaginación a crear lo que no ve en
su totalidad.
es disfrutar cada etapa,
El culmen llegará indudablemente, pero los paseos por
los jardines del erotismo, ya fueron gozados y compartidos.
Quizás de mis mejores encuentros amorosos han sido
mitad vestida. Me permiten conservar parte del pudor, sobre todo esas primeras
veces, donde la cotidianeidad aún no se instala. Disfrutable también, pero todo
en su momento.
El encuentro no se dio, pero curiosamente encontré un
par de negligés muy sexys y elegantes, quedando en espera de un mejor
ofertante.
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