viernes, 23 de noviembre de 2012

2012 - La odisea del negligee




 La odisea del negligee

Negligee – Del francés... como al descuido.
 
Es estos días surgió la posibilidad de tener un interesante encuentro con un amigo, aún no se como pueda resultar, pero espero que el encuentro tenga como los buenos vinos, notas amorosas y de pasión, que de conversación y de buen humor seguro las tendrá.  
Muy femeninamente pensé: -Si se da el encuentro, ¿qué me voy a poner?-
Esta pregunta se vuelve imprescindible ahora, donde enseñar solo lo suficiente es la clave.

Así que me puse a revisar mi armario  y de las posibles prendas descubrí que algunas ya no me quedan, claro que mis tallas han ido aumentado un par de números y otras definitivamente funcionaron en su momento, pero ahora difícilmente me las pondría.

Los últimos encuentros amorosos fueron tan en confianza y tan poco planeados, que la adrenalina del instante, bastó para que no importara, como te agarraba la tormenta.

Pero hoy que con toda premeditación, buen ánimo y disposición, me gustaría estar oportunamente preparada para un encuentro amoroso,  resulta que no tengo nada apropiado.

Me declaro totalmente culpable ya que soy súper fan de las pijamas fachosas, (si es que se les puede llamar así) donde una playera o camiseta vieja, preferiblemente sin mangas y un short de algodón son la mejor pijama que puedo encontrar, que me permite movilidad durante la noche  y rondar por toda la casa con amplia desfachatez.

Con poco tiempo disponible y pensando erróneamente que sería una labor sencilla dispuse la mañana del sábado para estos enseres, ¡Craso error! Ha resultado una odisea increíble, encontrar algo que me agradara.

Decidí comprar dos artículos este fin de semana y el que pensé que sería sumamente complicado; una nueva cámara  más ligera, digital, fue mucho menos complicado -Señorita quiero una cámara  digital, ligera, con comandos manuales, con un buen lente, que grabe videos cortos y que tenga opciones de ajuste automático y manual-
La búsqueda fue rápida me mostraron cuatro o cinco marcas, las más famosas, con precios en el rango, estuve jugando un rato dejándome seducir por las  posibles fotos. Y tomé mi decisión.   En media hora tenia cámara nueva y feliz...

Entonces pensé que iba a ser mucho más fácil  el siguiente encargo, fui al departamento de lencería, me dije  -Veo algo que me guste y me regreso a casa a leer el periódico-
Aún no sabía que estaba totalmente equivocada.

El primer asombro es cuando se me ocurre preguntarle a la  vendedora, después de intentar ver algo por mi cuenta. -Señorita donde están los negligés-
Vi su cara de “What?, y entonces le dije -Los camisones largos o cortos-, y me contesto ah! Venga para acá.
Entonces sentí horror cuando vi una colección de colores pastel, rosados y azules, de telas entre franelas, algodones y dubetinas, adornadas con figuras desde snoopies, gatos gordos, maripositas y campanitas.
Al ver mi cara me dijo: ¿Busca algo en especial?
-Sí señorita algo bonito, sexy y seductor con telas de seda, satín, encajes, listones, colores atractivos para mí (y no de quinceañera)-.

Y me dice -Es que solo tenemos de este tipo- Creo que ni en mis tiempos de casada use esas pijamas tan de doña, mi ex y yo compartíamos la adicción por pijamas y short viejos, creo que verlo en franela hubiera matado cualquier atisbo de pasión en mi.

Le pregunté ¿En verdad es todo lo que tiene, no hay algo más alegre, más de mujer, más sensual, como para señoras como yo?

Entonces una acomedida ayudante dijo ¡ah! Tenemos unos babydolls, esa palabra si entendía, entonces me dirijo a ver los babydolls y no sabía si llorar o reírme a carcajadas.
Si a fetiches y lugares comunes nos referimos, esas prendas lo eran todo.
Rojos con lunares negros, liguero incluido, verde transparente con encajes negros, o con telas atigradas de mal gusto etc., claro que no iba a ponerme nada de eso. No, en el primer encuentro amoroso con un nuevo amante.

Me reí y la chica también se rió, -Señorita, se le hacen como para una señora así como yo-, y fue honesta: -No señora están medios corrientes o vulgares.- Jaja
Para no hacerla quedar mal, le dije -Digamos que muy exóticos, para lo que los necesito.-

Recordé hace ya varios ayeres cuando me iba a casar, que buscar ropa linda para la “noche de bodas” y el viaje de luna de miel, términos demás trillados, yo los renombraría indudablemente.
Busqué algo que fuera lindo, sexy y había muchísimos, elegantes, románticos, en todo tipo de telas (sedas, satines, gasas) y colores desde moderados hasta extremos, pero todos con diseños bellos y elegantes, seductores sin caer en la vulgaridad.

Pero, ¿adivinen qué? No había presupuesto para gastar tanto dinero en un negligé, entonces se compraba algo bonito y que no fuera costoso.

Me despedí de la chica, le di las gracias y dije, ¿qué pasa, es que ya nadie usa ropa sexy para dormir?
Y pensé que podría ser un claro reflejo, de las relaciones tipo fast-food (comida rápida) tan comunes ahora, donde se hace el amor (o más bien se tiene sexo) en cualquier lugar, donde caiga, con la ropa que se lleve, sin planeación, sin preparar el cuerpo, la mente y el corazón para estar disponibles y gozosos, donde estar medio alcoholizados, reemplaza a toda la seducción y el erotismo.

Entonces recorrí varias tiendas del centro comercial, y la historia se repetía ¿Negligé? Traducía: Quiero decir camisones sexys y bonitos y me mostraban un montón de prendas de algodón y franelas colores pasteles y todas tiernas y en el lado seductor seguían los fetiches.
Además las tallas eran como para adolescente.

Cero y van tres, lo que iba a ser una labor de veinte minutos, ya llevaba dos horas y varios traslados, recorrí varias tiendas y la misma historia.

Entonces mi memoria global, recordó la famosa tienda "Victoria's Secrets” y entendí el éxito del emporio, y  porque siempre que viajaba a USA se volvía imprescindible visitar una de ellas.

Una tienda, pensada para la lencería de mujeres de todas las edades, desde los 15 hasta los 90 años, desde los 35 kilos hasta los 100. Para todo tipo de actividades, para dormir en familia, para dormir en pareja, para seducir a alguien, para trabajar de noche, para todos los estilos y sabores.
En todos los colores, en todas las tallas, en miles de texturas, con modelos dramáticos, sensuales, vulgares, románticos, de “mizzies” (para aquellos de fijación con el manga oriental), para un hospital, para una noche de verano, para tener un bebe, para cuidarlo.

¿Cómo es que en una metrópoli como Guadalajara, no haya un lugar que pueda cubrir todas las necesidades? 
Soluciones disponibles, pues buscar catálogos en Internet, hacer un pedido y seguir enriqueciendo al emporio “de los secretos de Victoria”

¡Qué hábil el mercadólogo de  los secretos de Victoria! … Pensar en los secretos de Laura, Rosa, María, Camila, Ludmila y los miles de secretos que se pueden esconder en un negligé, baby doll, pijama, camisón, o bodys.

En fin, con el poco tiempo en puerta, no me quedaba más que seguir deambulando por los almacenes de mi ciudad y esperar que alguien tuviera compasión del las señoras y gorditas, sexys, elegantes, apasionadas y todavía muy vivas:
demasiado sensuales, para envolverse en un camisón de franela,
demasiado orgullosas, para desnudarse de repente, ante un nuevo amor,
demasiado apasionadas, para querer seducir y provocar mostrando solo lo mejor de sus cuerpos.
demasiado selectivas, para resignarse a parecer vulgares y corrientes sin necesidad.

Me autopreguntaba, que pensaran los diseñadores,  que las señoras como yo ya no tenemos relaciones, o amantes atractivos, será que en verdad después de los cuarenta solo ven tele.
Difícilmente me imagino tener un hombre en mi cama y usar toda la noche solo para ver la tele, por lo menos un momento intimo, digo para eso de dormir relajaditos.

Pensando en  revivir el Quinteto de Mogador, de Alberto Ruy Sánchez con todo el erotismo y sensualidad de sus cuentos.
Me pregunto dónde quedó el arte de seducir, el arte de ir descubriendo poco a poco el cuerpo del otro, ir  mostrando pequeñas partes del cuerpo para disfrutar poco a poco, donde el beso y la caricia se van posando brevemente, donde el encuentro requiere tiempo y paciencia, donde no hay prisa de ver un cuerpo desnudo.

Cuando lo que importa, es solo llegar al final sin saborear todo el proceso, se me figura como tener una buena copa de vino y zampártela, sin probarla, sin paladearla.
Se me asemejan a los famosos “shots de tequila” (coscorrones) donde no importa que sepa horrible, solo hasta el fondo para emborracharte rápido.

El arte del sexo es más que emborracharte
es ir disfrutando cada instante, cada centímetro de la piel del otro,
es ir reconociendo sabores y olores,
es ir probando texturas y ritmos.
es tener la libertad de cubrir y descubrir. Te enseño y me cubro, me desnudas y me vuelvo a vestir,
es esa atmósfera de pudor e impudor combinadas,
es jugar con la provocación,
es disfrutar el velo de misterio,
es el secreto de ver y no ver, de querer ver más
es provocar a la imaginación a crear lo que no ve en su totalidad.
es disfrutar cada etapa,
El culmen llegará indudablemente, pero los paseos por los jardines del erotismo, ya fueron gozados y compartidos.

Quizás de mis mejores encuentros amorosos han sido mitad vestida. Me permiten conservar parte del pudor, sobre todo esas primeras veces, donde la cotidianeidad aún no se instala. Disfrutable también, pero todo en su momento.

Epílogo-
El encuentro no se dio, pero curiosamente encontré un par de negligés muy sexys y elegantes, quedando en espera de un mejor ofertante.

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