martes, 10 de julio de 2012

2012 - La casa de Montenegro




Hablar de la casa de mi niñez, ha sido una zambullida en recuerdos muy agradables, cómicos y hasta sorprendentes. Es increíble cuánta información tengo archivada.
La casa está localizada en la calle de Montenegro en la Colonia Americana, Sector Juárez, así la conocíamos, era de una sola planta y  me parecía muy grande. Tenía una cochera en fila para 2 coches y un jardín al frente y patio trasero, comparada con las minicasas de hoy, sí era tamaño mediano, en el interior había una amplia sala y comedor, 3 habitaciones y una pequeña cocina que siempre nos alimentó,  además, como se usaba en esos tiempos  contaba con una pequeña habitación en el patio, para las muchachas del aseo. Así como un garaje que nunca se uso como tal,  “la cochera” que sirvió como cuarto de lavado, taller, guarda tiliches y zona autorizada de juegos.

Lo mas bonito de la casa eran sus plantas y árboles, siempre cuidados por mi mamá que ama las plantas. Al entrar a mano izquierda veías un jardín lleno de flores: rosales, azucenas y una azalea roja que  daba a una de las paredes del comedor, los árboles  eran un limón, de esos que dan limones grandes, amarillos y  jugosos y un mandarino, que hasta el día de hoy existe en la nueva casa de mis papas, cuando se cambiaron ya hace mas de 30 años, la condición de mi mamá fue si podía llevárselo, así que se pagó un servicio especial para migrar el árbol, que a propósito nunca ha dejado de dar mandarinas, aún hoy sigue dando. El limón se secó antes de movernos.
Había mucho pasto, testigo fiel de partidos de futbol y las carreras de los niños.

Era un lugar para las frecuentes comidas de domingo con los invitados y carne asada incluídos, así como fiestas infantiles y en esos años también fiestas de XV años de mis hermanas y míos. Ahora cuando paso y miro mi casa, veo la dimensión y realmente no es tan grande, pero a mí me parecía suficiente, nunca me hizo falta espacio ni libertad, hasta ahora sigo cuidando esos valores en mi interior.

A razón de este escrito,  la semana pasada pase por mi barrio y casa de antaño, me detuve y fue como ver un esqueleto, totalmente desolado, sin embargo una sensación de  bienestar apareció en mi pecho, era como una sensación agridulce, algo así como alegría y tristeza juntas. La casa tiene más de dos meses desocupada; la ultima habitante “Rosita” fue llevada por sus sobrinas a otro lugar, después de que su hermano otro anciano, falleciera hace dos meses.
En mi mente  veo a “Rosita”  y al  Doctor como algo especiales y gruñones, Rosita nos regañaba porque hacíamos ruido y gritábamos mucho cuando jugábamos en la calle. Ahora  a veces en mi casa actual yo me convierto en “Rosita” cuando salgo a poner orden, porque el ruido de los chiquillos no me deja leer o ver tele.  La veíamos viejita, caigo en cuenta que probablemente tendría mi edad en esa época, cuarenta y tantos. 

Son tantas anécdotas. Una de ellas era, cómo podíamos brincarnos por la ventana de la cocina, nuestras pequeñas cabezas cabían entre los barrotes de la ventana, esto era cuando se nos olvidaba la llave y no había nadie para abrirnos. Conforme fuimos creciendo las cabezas también, así hasta que solo el más pequeño podía aún pasar, después ya no se pudo. Mi mama cuenta que hasta ella lo intentó algunas veces, pero como en el último intento, casi se queda atorada, ya no volvió a suceder.

Estuve platicando con mis hermanos sobre cuales eran sus remembranzas, una de mis hermanas  recordaba patinar en calcetines en el pasillo donde estaban las recamaras, el piso era de mosaico, un poco rosado, no existían los pisos brillosos de hoy como Interceramic o Vitropisos, estos había que trapearlos muchas veces para sacarles brillo, en compensación, también se usaba tener muchacha para el aseo de tiempo completo, que inclusive vivían en la casa y eran parte de la familla. En un extremo de ese pasillo, había una repisa y una mesita “art deco” de los 70s, donde estaba un pesado teléfono negro, de los primeros que dio la compañía telefónica y eran holandeses, imposible durar mucho hablando con el peso de la bocina. En el extremo opuesto estaba una puerta de cristal “chinito” que se usaba para que no se viera de afuera hacia adentro, esta puerta llevaba al patio trasero, al cuarto de servicio, a la cochera y a la escalera  para subir a la azotea, lugar prohibido, pero preferido de juegos, -No se asomen- era la advertencia, creo que siempre nos asomábamos.

Me acuerdo  que el vidrio de arriba estaba roto y nunca se cambió, mi mamá decía que por seguridad por sí se escapaba el gas por ahí se fuera, me asombra su ingenuidad, como si una explosión de gas  se fuera a esperar a salir por el vidrio roto.

En las noches,  cuando es muy frecuente que los niños no quieren dormirse y se siguen riendo y jugando en la cama (pareciera que el duende de las cosquillas estuviera haciendo de las suyas), evoco cuando nos decía: -No se quieren dormir, pues no se duerman-, pero nos sacaba al patio. Al principio nos reíamos, pero luego, poco a poco las sombras de la noche te empezaban a generar miedos y empezaba uno a ver sombras, oír ruidos raros y todo lo que te puedes imaginar a esa edad. Entonces ya pedíamos clemencia, nos dejaban entrar y nos dormíamos de inmediato. La verdad no creo que duráramos mas de quince minutos en el patio.
Hoy me pregunto si este método funcionaría con los chavos de hoy, la verdad lo dudo.

Jugar a escondidas era una gran diversión, nos escondíamos en los cuartos y closets que eran de esos antiguos, como cuartitos pequeños, con poca luz, muchas repisas, tétricos y húmedos, no como los vestidores modernos de hoy en día, llenos de luz, así que los closets, debajo de las camas, debajo de las colchas, en los filos de las ventanas y parados hasta en las agarraderas de la puertas, eran sitios preferidos para escondernos. Razón de más que ninguna agarradera sobrevivió, era un misterio cómo se rompían.

Los juegos, los gritos, los desayunos, comidas y cenas en familia eran algo común.
Como mi papa era abogado y trabajaba por su cuenta podíamos comer con él todos los días, era el momento familiar por excelencia. Hoy sería difícil imaginar, que las familias se reúnan a comer  diariamente de  2:00 a 3:00 de la tarde,  también mi papá podía tomar una siesta antes de regresar a la oficina.

Ese tiempo de siesta era “sagrado” que respetábamos viendo la tele. Claro que era en blanco y negro de bulbos. La primera tele a color fue un gran acontecimiento familiar. Cuando les platico a mis sobrinos,  como era la tele de mi niñez, no pueden  creer que sólo había cuatro canales: el 2, el 4 con el Tío Carmelo, el 6 local, y el 9 local donde se transmitía el canal 5 del D.F. ni sus luces todavía, de TV Azteca y mucho menos cable o antenas parabólicas. Ellos no pueden entender como era eso, de que no había control remoto y que había que pararse para cambiar de canal la tele -¿En serio, Tía?, nos estas vacilando.- Así como la TV muchas cosas son ahora muy diferentes.


Los juegos en la calle eran el STOP, donde dibujabas un círculo con gis y lo partías como un pay, cada quien escogía un país  y ponías su nombre, luego alguien gritaba: -Declaro la guerra en contra de- y más valía que no fuera el tuyo, tenias que correr para no ser alcanzado, claro ejemplo que crecimos en época de la Guerra fría.  Algo parecido a los conflictos actuales en la ONU, ya nos iban entrenando. También se saltaba la cuerda,  había patines de fierro de cuatro ruedas, jugábamos matatena, y resorte. Mi hermano dice que ellos jugaban cebollitas, chinchilegua, el bote, canicas y demás juegos rudos. Además que lo que más le gustaba era explorar los baldíos, para ver que encontraban. En los 70s todavía había baldíos en la colonia americana, sobretodo en la zona que circundaba la Av. Tepic (Francisco Javier Gamboa), donde hoy esta el Bolerama Tapatío, todo eso eran baldíos. Les gustaba juntar de esas flores que se pegan y pican, para luego usarlas en las resorteras.
Los vecinos nos conocíamos y lo más normal era que los niños jugáramos en la calle, sin ningún temor o riesgo.

Las mascotas también eran muy importantes, nuestra primer perrita era Diana, una maltesa que llego cachorra y duro 15 años, casi era hermana. Después llego Bruno que era un callejero, color dorado que recogimos de una bolsa de plástico en la basura, tenía una semana o dos máximo, Bruno estaba medio loquillo, ya que probablemente le faltó oxigeno, se sentía pájaro ya que se subía a la barda como perico a ladrar y comía mandarinas. También recuerdo al Solovino un perro callejero, feo, con ganas, que era de todos y de nadie, nos acompañaba en los juegos callejeros.

En época de vacaciones se nos permitía jugar todo el día y mis hermanas y yo nos repartíamos las muñecas, trastes, ropita, sillitas y cada una hacia su casita, cuando terminábamos estábamos tan cansadas, que solo quedaba recoger, dice mi hermana que yo nunca quería recoger y siempre lloraba, como era la mas pequeña, pues me ayudaban. Hasta la fecha creo que prefiero pagar para que me ayuden.

Anécdota obligada es que mi papá siendo tan gourmet y trabajando en la Reforma Agraria, recibía toda suerte de regalos vivos y raros, y así fue como vimos  como la casa se volvía un rastro clandestino, hubo puercos, chivos, guajolotes, gallinas, conejos. Aún no comprendo como mi mamá se prestaba a cooperar en la matanza de los animales, la cocinada y como nos los podíamos comer después de semejante espectáculo.
Definitivamente eran entronas la mujeres de esa época, yo hubiera regresado al marido con todo y su chivo o puerco por la misma puerta.

Las comidas de los domingos  eran para satisfacer un montón de comensales y familiares que entre los “jaiboles” y la carne asada para más de treinta, dejaban a mis padres exhaustos, espero que por lo menos  se hayan divertido y echado algunos alipuces.
Mi familia siempre giró alrededor de la mesa, creo que aún hoy, cuando se puede, nos reunimos a comer los domingos, cumpleaños y por supuesto Navidad. En la moderna vida de hoy que todos trabajamos lejos de casa y que el tiempo es limitado y tráfico abundante, solo nos da opción a comer en la oficina, llevar algo  o quizás  visitar alguna fonda o puesto cercano al trabajo. Las comidas familiares solo se pueden hacer en fines de semana y ocasiones especiales.

Hay muchas anécdotas de la casa de Montenegro, quizás lo más importante fue el concepto de casa-familia, que representaba también el sentido de pertenencia y de ser.

9 comentarios:

Hugo Sierra dijo...

aaaaahhhh que deliciosa lectura . Fué como haberme trasportado en una máquina de Tiempo !!!
Son esos tiempos , esos recuerdos los que nos forman y conforman . Son esas memorias las que nos dan soporte a lo largo de nuestras vidas .
Gracias Claudia por compartir tan bellas memorias . Un fuerte y cordial abrazo !!

polo meza dijo...

MUY PADRE EL ESCRITO, VOY A CHECAR SI TENGO ALGUNA FOTO, YO CREO QUE HAY TANTAS ANECDOTAS QUE SE ME EMPIEZAN A VENIR A LA MENTE, LA CANCHA DE BASKET, EL FRESNO CON SU BASURA ETERNA, EL VIVERO EN LA AZOTEA YA QUE MI MAMA .TENIA ALMARCIGOS DE ARBOLES DE FRESNO PARA REGALAR, FUE PRECURSORA DE LOS TECHOS VERDES.
TE VA OTRA A LO MEJOR TU NO TE ACUERDAS UN TIEMPO LA COCHERA FUE BODEGA DE CAMARON SECO QUE TRAIA MI TIO PANCHO DE SANTIAGO OLIA A MADRES.EL BAÑO DE ULTRATUMBA DEL PATIO Y EL CUARTITO DONDE YO DORMIA 3X1.5 ACTUALMENTE YO ME VOLVERIA LOCO, TAMBIEN EL CUARTITO DE LA AZOTEA ( EL ARCHIVO DE INDIAS ) YA QUE PODIAS ENCONTRAR DESDE TU PRIMER CUADERNO DE PRIMERO DE KINDER HASTA EL DE LA UNIVERSIDAD. EN FIN YO CREO QUE LAS CASAS TIENEN ALMA Y DE ALGUN MODO TE CONECTAN EN EL TIEMPO Y HACEN REVIVIR TUS RECUERDOS, DE TAL MODO QUE SIEMPRE LOS LLEVAS CONTIGO, EN FIN ES PARTE DE NUESTRA VIDA YA QUE LO VIVIDO,SENTIDO Y POR QUE NO TOMADO Y BRINDADO PERMANECERA SIEMPRE EN NUESTRO DISCO DURO.

Georgina Vallarta dijo...

que hermoso prima, y que bellos recuerdos
las quiero mucho y gracias por compartir con nosotros
parte de su ninez

Ramón Zuñiga dijo...

Excelente anécdota Tía, realmente me transportaste a imaginar su realidad cuando vivían en la casa de Montenegro.

Quería reafirmar una cosa...¿ Ahí fue donde mi papá le llevo serenata a mi mamá y mi abuelo salió con una pistola?

Saludos!!

CM dijo...

Gracias, Ramón, tu papá si llevo muchas serenatas... creo que la pistola es leyend urbana

Jorge Trejo dijo...

Claudia,
Me encanto tu relato. Me hizo reír y también llorar, aunque eso no es muy difícil, como lo diría Bety. Gracias por compartir tus recuerdos,
Jorge

Nena Meza dijo...

¡Qué recuerdos tan bonitos! olvidas decir que el
jardín de mi mamá se convertía en teatro durante las vacaciones ya que hacíamos cuentos con todas las vecinas y vecinos que se apuntaban y los hermanitos como tú eran el público y comían palomitas

Mariela dijo...

Claudia…. Que barbara.. insisto.. yo soy la fundadora y presidenta de tu club de fans cuando aceptes lanzarte al estrellato
Por Tu carrera de escritora...

Es un relato increíble... Me encantó.. me enganchó desde el inicio... gracias por compartirlo...

Una abrazo…saludos.

Montse Zuñiga dijo...

Que bella crónica, creo que reune muy bien esos recuerdos que tanto nos han hablado, te quiero mucho!!!! valio la pena esperar para poder leerlo y la verdad que me ha encantado!!

Montse