"Amores
desinteresados" – Goethe
Enrique M. no
es solo un nombre, representa un encuentro, un encuentro cálido, un sí a la
vida, cuando siempre decía no.
El encuentro fue curioso, he aquí el relato.
Viajaba de
regreso de Santiago a Guadalajara,
seguramente cansada de un viaje de trabajo, una espera en los aeropuertos, una
despedida a Santiago de Chile tan encantador, con su gente tan cercana, y ¡Tanto
que nos quieren a los mexicanos!
Estando
arriba del avión, recuerdo que solo veía un grupo de gente (la mayoría hombres), que subieron casi al
final del abordaje. Yo ya estaba instalada en mi “asiento de pasillo” que es mi
preferencia en los viajes, por eso de poder moverme y algo de claustrofobia.
Entonces vi
que varias personas se empezaron a acomodar en diferentes lugares distribuidos
en la cabina, parecía que era un grupo que iban de viaje de negocios: traían
portafolios y documentos, me llamó la atención algunos tubos para guardar,
quizás planos, o dibujos (obras de arte no creo no parecían artistas), entonces
noté que había una especial deferencia a un señor que venía con el grupo,
quizás el mayor del grupo.
En ese
momento no presté más atención a su
persona, solo a un montón de tubos como de un metro que venía cargando con él,
y pensé - Solo me falta, que se siente conmigo, con ese montón de tubos-
Poco me importaba el afecto y atención que todos le mostraban.
Entonces sucedió
el encuentro: se acerca a mi asiento y de la manera más cortes y educada me dice
– Señorita, me permite pasar a ocupar mi asiento, siento importunarla con este
cargamento de tubos que me acompañan, espero no afectarle demasiado-
(¡Santo
choque, quedé perpleja!) Parecía que me había adivinado el pensamiento.
Ante tanta
amabilidad, no me quedo otra más que responder de la misma forma
– Claro
que no, adelante- y me levanté de mi asiento para que se acomodara.
Se sentó,
acomodó los tubos en la parte de adelante, se abrocho el cinturón y hasta
entonces me fije quien era mi acompañante de ese vuelo.
No recuerdo
bien a bien su físico, quizás ahora lo imagino y lo supongo, pero lo que sí no
olvido es que era un hombre maduro, podría haber tenido entre 65 o 70 años,
bien cuidado, ¡olía bien! seguramente limpio, porque de no ser así lo hubiera
notado.
Entonces
empezaron a desfilar uno a uno los del grupo – Dr. ¿Esta usted bien?, Enrique, ¿todo bien?, ¿Se te ofrece algo?-
y él solo sonreía como diciendo – No me cuiden tanto-.
Entonces
llego una sobrecargo y con la mejor de sus caras le dijo – Señor, no puede llevar esos tubos ahí, ¿qué
le parece si los acomodamos al frente en el compartimiento de abrigos?-
El siempre
educado, agradeció y la sobrecargo partió con todos los rollos, eliminando de
tajo la molestia del principio que me había ocasionado.
Entonces ya
era más mi curiosidad -¿Quién será
este señor tan importante, que todos cuidaban y no hallaban que hacer
para complacerlo?
Despegamos,
siempre me pongo algo nerviosa y me persigno cuando voy a despegar. El volteo,
me sonrió, creo que dijo – ¿Un poco nerviosa?- y yo asentí con la cabeza, era obvio que no
quería conversar mucho. No importa el número de viajes; la sensación de volar
siempre me produce algo de ansiedad, emoción y algo de temor, volar, sentirme
en los cielos.
Pero poco
después de que despegamos, continuó con la conversación: -¿Qué hace una
señorita como usted en un vuelo tan largo, de negocios o de placer?
Le contesté
– De trabajo- y ahí empezó la platica, seguramente él conocía el placer
de su conversación… la plática siguió por muchas horas, en un vuelo de más de nueve
horas, incluyendo intervalos, comidas, dormitadas y conversar de nuevo.
Básicamente
me enteré de quien era y cómo me cautivó
su conversación: ¡Árboles!
Era un
médico (dentista), vivía en una ciudad de la provincia de Chile, pero como
actividad adicional participaba en un programa de “Reforestación planeada” en
Chile; un programa de cómo generar
producción de madera planeada, sin destruir los bosques. Cómo sí se podía crear
bosques cultivados, que produjeran la madera necesaria, sin necesidad de destruir
los bosques. Con toda humildad me informó que era el conferencista principal y
que iban a Portland a un encuentro mundial de Reforestación planeada.
Aquí, ya
era totalmente cautiva de sus palabras, él quizás no lo sabía, pero yo sí: El
arma de seducción más poderosa para mi
son las palabras, las mentes inteligentes y un proyecto sustentable era música
para mis oídos.
Creo que yo
también platiqué quien era y como siempre, causaban impacto las tres palabras
juntas: Mujer-Ejecutiva-IBM. En ese
entonces yo andaba por los 30s y me dijo –¡ Qué joven eres, para todo lo que
has hecho!- solo recuerdo un encuentro memorable, una plática deliciosa y
un caballero sentado al lado mío.
Me contó
sobre su familia, de sus hijos y creo que de algún nieto en camino. En ese
entonces no se usaba tanto el e-mail, intercambiamos tarjetas y se despidió
cortésmente, no sin preguntarme si podía decir algo personal y atrevido (Yo pensé,
que me querrá decir) y solo me dijo: Permita mi atrevimiento y decirle que
es usted una mujer muy bella e interesante y que tiene en mi un ferviente
admirador.
Durante el
transcurso del vuelo me invito cuando regresara a Chile a ir a su ciudad y
visitarlo a él y a su familia. Nunca se dio, los viajes de regreso a Chile
fueron muy rápidos y siempre muy ocupados. Recuerdo que yo le envíe algún
e-mail que nunca contesto, para mi era claro que esa tecnología no era una herramienta a su
alcance.
Pero un día
me llego un regalo de la vida: una carta por correo.
En la carta
me contaba de su vida en su ciudad tranquila, de su proyecto de “árboles” que lo mantenía
emocionado y joven y también de sus
hijos, de su esposa y de los nietos. Se veía muy feliz.
Pero venía
un mensaje de admiración y respeto, un homenaje que me dio. No sé en que montaña rusa emocional andaría en ese
momento (muy comunes por cierto en esa época
de mi vida), pero esa carta me dio el regalo de saberme admirada,
reconocida y gustada.
Va un
fragmento:
“Las
mujeres hermosas, lo ha dicho Goethe, el gran lírico alemán, tienen enamorados
de toda índole, incluso… desinteresados.” Mucho me gustaría que me incluyeras
en la larga lista de tus admiradores dentro de esa categoría”.
. . .
Alguna vez
que regresé a Chile, intente localizarlo por teléfono con la operadora, pero
nunca volvimos a encontrarnos.