miércoles, 15 de enero de 2014

2014 - Noches de ébano







           
 


 I was told stories, we were all told stories as kids in Nigeria.
 We had to tell stories that would keep one another interested,
and you weren't allowed to tell stories that everybody else knew.
 You had to dream up new ones. -Ben Okri

         
Noches de ébano 

¿Eres guapo? El respondió -sí, muy guapo. -
La pregunta sonaba rara, pero era verdad, era el primer hombre negro que veía tan de cerca, me pregunté ¿Cómo es ser guapo en la raza negra?
Era el inicio de una amistad-pasión que duraría muchos años. Lo conocí un día cualquiera en la oficina, por azares del destino, o los vientos del norte lo trajeron, y me ví sentada ante él tratando de hacer conversación y que funcionara la actividad que me habían asignado.

Nació quizás al final de los 40s nunca dijo bien a bien cuantos años tenía, no era necesario, su juventud era eterna.
-¿Tienes pacto con Dorian Grey?- Rió a carcajadas y dijo –sí-
Su juventud emanaba por los poros.  Nacido de una isla caribeña, su piel de ébano era orgullosamente hermosa, con un brillo inexplicable y su cuerpo atlético dejaba ver rastros de la genética desarrollada por correr en la sabana africana, y los tantos siglos de barcos cargados de inmigrantes, ó por qué no decirlo, de esclavitud, que llegaron a América.

Afortunadamente para él y sus demás hermanos, quienes emigraron muy jóvenes a América del Norte a cumplir el sueño americano, este sí se cumplió. Todos lograron el éxito: los suburbios de clase alta afroamericana lo demostraban.
Pero él era más que una raza,  era un ser evolucionado,  que había recorrido los caminos de la vida, había sentido desde la pobreza, hasta los lujos que disfrutaba en su Manhattan querido.  Su alma conservó la alegría y franqueza de la isla caribeña, su perfil y educación revelaban toda la sofisticación de la cultura capitalista norteamericana. Tenía estilo. Se sabía importante y lo era.

En alguna ocasión vislumbré sus ojos de lucha y de empeño, ¡Cuantas ignominias, cuantos desaires, cuantas injusticias había vivido ya! Hoy solo quedaba la serenidad del hombre realizado y conforme con su vida y destino. Pero esa mirada amorosa que daba a un pordiosero o emigrante o algún “brodie” me revelaba todo lo que había vivido.

Cuando yo lo conocí,  estaba en el momento cumbre de su carrera, era exitoso, poderoso y su empresa le daba todo el prestigio y status que realmente disfrutaba.
Sin embargo me sorprendía su calidez humana, quizás el verdadero contacto surgió cuando empezamos a escribirnos. Esas cartas que llegaban por correo periódicamente, fueron iluminando mi camino. 
No eran los años que  me llevaba, que claro que mostraban toda la experiencia y las ganas de compartir un camino andado, era la comunicación de dos almas que podían hablar, que podían desnudarse y compartir las emociones mas íntimas, nos permitíamos ser sensibles, sin temor de ser lastimados, juzgados o ignorados. Era esa capacidad de hablar, la que más apreciaba, ¡Era mi alma gemela! Creo que aún nuestras almas siguen hablándose.
Esas cartas las guardé mucho tiempo y las releía con el ansia del forastero perdido en el desierto, necesitaba esas aguas que solo podían calmar mi sed de amor de alma, de compartir esencia.

Las cartas se perdieron, pero las letras se quedaron grabadas en mí. Aunque ya no las recuerdo la esencia permaneció y  mi alma gemela me acompaña siempre.

Ahora que lo pienso, veo el recuerdo que no fue etéreo, fue tan real, tan humano, tan mundano, que quizás fue lo que más me gustó, fue mi maestro y guía tanto en lo material y profesional así como en las artes del erotismo pleno.

El erotismo de un afro-americano-caribeño, con una latina feminista y explosiva. Una combinación interesante, fuego más fuego. A veces ardíamos y no quedaba más que carbón y caras tiznadas, otras  cuando el balance entre los fuegos se daba, era como diría  Octavio Paz la llama doble.

Yo era muy joven, demasiado preocupada en el futuro, muy entendible en ese momento, lo cual me impedía gozar sin ataduras del momento presente, y alejar todas las telarañas cerebrales e inquietudes innecesarias sobre la razón de ser y el temible futuro.

Hoy en las noches frías, una sonrisa ilumina mi cara y el cuerpo se enciende con esa luz de fuego, como si fuera un foquito que anuncia una emergencia. Hoy muchos años después, pienso - Hubiera gozado más, vivido más, explorado más, mucho más. ¡Cómo extraño esas noches de ébano!-

Cuando se hace recuento de las artes amatorias pueden surgir  dos clases en la mente, los que te dejaron huella “por ser excelentes amantes” y los que prefieres olvidar de tan malos. Los mediocres solo cumplen su función. Y conste que malo, no necesariamente es sinónimo de ignorancia, los hay novatos pero con todas las ganas de entregarse y sentir, a estos vale la pena dar una oportunidad.

Hoy cuando escucho África me estremezco, tuve buen maestro.
Algunas veces platicábamos de sus ancestros de África y una lágrima se derramaba por sus ojos y decía: La esclavitud aún no termina. ¡Cuanta razón tenía!

Pasaron muchos años antes de que la amistad se sobrepusiera a los estirones de la pasión, de los horarios, de las distancias, de las horas interminables de vuelos.

Tengo una sola foto que merece estar en mi espacio es la de él, la del amigo, la del mentor, la del tutor, la de hasta a veces salvador.

Siempre se puede aprender, este maestro enseñaba sobre todo a amar, a darse plenamente, a disfrutar sin límites, a veces para mi rigidez ejecutiva, se me hacia sobrepasado, hoy extraño esos arranques de emoción y  de locura en medio de una sesión de negocios, esa desfachatez para decirle a la secretaria en turno, que era la mexicana mas bella que había conocido, seguramente pasaba lo mismo en China, Brasil o cualquier otro país,  los piropos se le daban en la punta de la lengua, era carismático, y hacia magia, inclusive los varones se sentían a gusto con él.

Aprendí a ver de reojo y a reírme de su descaro, nunca me ofendió, era demasiado fino e inteligente para hacer algo más allá que pudiera herirme. Además los amores en secreto son muy intensos, por su misma prohibición, por no poder anunciarse.

Yo sabia que al final del día, fuera de los reflectores éramos plenos, la entrega se daba sin testigos, sin formas, sin mascaras, a mi me costaba quitarme la máscara de prejuicios que había acumulado a mis escasos treintas. El ni siquiera sabía que había una máscara.
Su caballerosidad, tacto, cuidados  siempre me hicieron sentir bien, nunca trasgresora ni trasgredida.
Cuando los cables se me enredaban, él solo sonreía con ese hueco entre sus blancos dientes, me miraba hondo y me indicaba que me sentara en sus piernas para abrazarme.
Santo remedio, las mascaras se caían, los prejuicios se fueron cayendo uno a uno, hasta que alguna vez dude de haberlos tenido.

El cariño permaneció,  cuando sus canas dibujaban casi de color plateado sus rizos, otrora negros, hablamos y aún escucho su risa fuerte  y cantarina preguntando al otro lado de  la bocina: Do you still love me?  A lo que sin dudar respondí: Of course I love you!

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