Sólo ví que había fuegos
fatuos agarrados a las rendijas, estaban allí agarrados y danzaban, no se
soltaban, hidrógeno fosforado resultante de la descomposición.
— José Saramago, Ensayo sobre la ceguera.
Forjada en el fuego del crisol, ha sido puesta al rojo
vivo, varias veces, primero una y luego otra y en cada inmersión al fuego se le
golpea, se le da forma, se va definiendo su aspecto final. Cuando finalmente se
obtiene la forma deseada y se ha sometido al metal, entonces, súbitamente se sumerge
en el estado opuesto; al frío total, directo al agua. Baja la temperatura, sale
humo, quizás huela , el color vivo y exaltado se transforma a un color rosado,
amarillo, verde hasta finalmente obtener el tono final un metal grisáceo o
café, que se parece mucho al color original, lo que cambió fue su forma, el
grosor, el temple, la intención para la que se forjó.
Hoy me siento una herradura, una vez mas fuego y frío,
ya perdí la cuenta de cuantas veces he tenido que pasar por el proceso, las
causas son diferentes algunas siempre muy parecidas.
Estos últimos meses fueron al fuego puro, días y días
de volver a estar expuesta al fuego del crisol, momentos de pasar por las
temperaturas altísimas del coraje, quizás odio, rebeldía. Otras veces el fuego
fue entusiasmo puro, ilusión, expectativas, sueños, pero no tardó en llegar el
agua helada: la desilusión, la injusticia, la tristeza, los interrogantes,
sentirte desinflada… del rojo incandescente al gris helado.
Cada vez agradezco más a este cuerpo que es capaz de
resistir y sobrevivir a tantos estrujamientos.
La pregunta es por qué, hasta cuando, de que se trata
este negocio, por que tengo que seguir forjándome en el fuego de la desilusión,
del desencanto, de la frustración, por qué es necesario que siga pasando una y
otra vez por este proceso.
Por qué esta herradura es tan compleja o quizás tan
dura de forjar que no ha sido suficiente un par de veces y todavía hacen faltan
más.
Qué estará pensando el herrero de mi destino, qué
pieza intenta hacer, que sigue y sigue y no para, honestamente ya me
cansé, ya quisiera que el proceso se detenga y que la forma que tiene, sea cual
sea, imperfecta y con muchas áreas sin pulir y forjar, ya se quedara así.
Quisiera montarla en el caballo y seguir caminando,
solo caminando, disfrutando lo que aún queda por disfrutar, sin tantas
exigencias, sin tantos esfuerzos, sin tantos hierros.
Hoy quisiera tener la certeza que fue la última vez
que entro a este proceso, lo cierto es que la única constante, es que
seguramente volverá a suceder.
Si la idea es que la propia naturaleza se dome,
pues vaya que ha costado, y el precio ha sido muy costoso: cada vez se apaga
más esa fuerza vital, esa naturaleza inherente, como ignis fatuus cada
vez se percibe menos, cada vez se apaga más.
Recuerdo mis clases de química, los metales también
tienen un punto de ruptura, un punto de quiebre, donde no hay retorno, se fue
mas allá de las propiedades del elemento, se trasgredió. Creo que la herradura
esta a punto de.
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