Los sabores por los ojos y de oler te llenas.
Viajar siempre es una delicia, una experiencia que llena los sentidos, cada uno de ellos se empapa de la experiencia del viajero: los colores y paisajes que entran a través de las ventanas de nuestros ojos, los oídos se gozan con los nuevos ruidos, los cantos, las voces, los gritos en la calle, y los no-ruidos cuando permitimos que el silencio nos llegue en toda su dimensión. Y que decir del gusto y el olfato: los aromas, los olores, la seducción que la nariz y la lengua nos poseen hasta subyugarnos y hacernos caer, ya sea un delicioso dulce mexicano o un rico tejuino, igual da, los sabores y olores se vuelven irresistibles en los caminos de nuestro México querido.
Estas vacaciones tuve la suerte de visitar Michoacán nuevamente. Este estado es ahora un terruño conocido a raíz de que parte de mi familia mora en Morelia, y Michoacán contrario a lo que los medios dicen ha sido un estado afable, cálido y acogedor para mi familia, nunca se sintieron rechazados y fueron bienvenidos a este estado cuando la migración laboral o el destino quizás, los mando a este lugar, de ahí que siento un afecto especial por él.
En este último viaje pude volver a corroborar lo hermoso que es este lugar: sus caminos, sus colores, su gente, sus paisajes, su música, sus comidas, sus ritmos más lentos que los acostumbrados en Jalisco.
La laguna de Zirahuén es un paisaje bellísimo, desde el camino de Morelia a Zirahuén es una excelente carretera (notable en Michoacán siempre sus caminos en buen estado). Se pueden ver los pueblitos a lo largo del camino así como partes de bosques que de repente emergen en el camino por tramos, para volver a desaparecer. Ya muy cerca de Zirahuén el bosque se vuelve mas intenso, verde, oloroso y sobre todo la vista espectacular del lago, el casi azul cobalto del lago se aprecia en la lejanía y es bellísimo.
El plan era llegar primero al muelle antiguo para comer un delicioso pescado blanco, o mojarra frita y disfrutar los platos típicos del lugar. La comida en México se saborea desde los ojos, nada más con ver los colores se hace agua la boca y se degusta con la nariz, de oler te llenas.
Después de comer fuimos al otro muelle “turístico” para ver más de cerca el lago. ¡Qué espectáculo tan hermoso! Los colores intensificados por el sol, lucían más verdes, más azules, colores que relajan, que misteriosamente quitan el estrés acumulado de tantos días de oficina, de luces artificiales. Hasta los ojos resienten ver en vivo y a todo color y no a través de los pixeles y de las pantallas del computador o similares.
Sentarte en el pasto, disfrutar un dulce original en cáscara de limón cubierto con coco, respirar el aire puro, escuchar el vaivén del lago, inhalar y exhalar, realmente un buen momento y lugar para disfrutar.
Hay que ir a Michoacán, no sean…
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