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Quisiera ser una tecla.
Se oye un aplauso y se le ve alto, esbelto, con su melena castaña clara ya con amplias entradas, en un traje obscuro tipo Mao que engalana su presencia... es guapo, pero más que su belleza es el aura que proyecta, que casi se puede tocar. Da algunos pasos, saluda a su público pero su mirada se deja ir en dirección del objeto amado: es como si el piano le sonriera y le diera la bienvenida.
Después se sienta lentamente, reverenciando ese ser que sólo él sabe como ama, esa música que es la unión de sus dedos con esa superficie de ébano y marfil.
Hace una reverencia y empiezan las mariposas a volar por los aires, salen algunas intempestuosas, rápidas, violentas, otras acompasadas, dulces, suaves, lentas.
Pero él no percibe que hay fuera, está inmerso en su propio mundo, simplemente en otra sincronía. Todo su cuerpo habla de este embelesamiento, no son las manos, no son los dedos, no son sus ojos, es como si él y el piano se fundieran en un ser único, indisoluble, no hay manera de penetrarles, son unidad.
Y sólo se nos permite gozar de la música que emerge de esta unión.
El es un pianista reconocido mundialmente, procedente de la tierra de los magiares, quizás por eso el aire de melancolía y sobriedad que emana. Empezó a los cuatro años dice su biografía y fue poco a poco aprendiendo como tocar el piano, pero este aprendizaje fue mas allá, hasta que se coronó como uno de los pianistas mas jóvenes reconocidos en el mundo.[1] ¡No en vano se nota esa entrega y perfección!
Esto me pone a pensar en lo que puede hacer una pasión en tu vida, tener un “amante”. Alguna vez entre esos mensajes que tienen a bien o a mal mandar por Internet y que van desde los consejos mas básicos, hasta los mas inverosímiles o absurdos, me llegó un e-mail con el sugerente título: “Búscate un amante”, claro que mi mente inmediatamente interpretó el significado generalmente más usado de la palabra amante: él que tiene un amor “no oficial” o fuera de lo legal - como si el amor necesitara ser legalizado- pero en fin, el caso es que ¡Oh! sorpresa la carta mencionaba una analogía entre tener un “amante persona” con un “amante” en tu vida.
Este amante no se refería a una persona, que también pudiera ser, hablaba de un amante como tener una pasión. Algo que sea capaz de abstraer a la persona del mundo cotidiano, de provocarle toda esa generación de hormonas y sustancias químicas en el cuerpo, que hacen sentir tan bien. Que sea ese generador interno para dar energía día, tras día, sin cansancio. Baste con recordar aquellos primeros días del arrobamiento amoroso o de las primeras mieles de una pasión prohibida, cómo sobraba energía para continuar incansablemente en todos los juegos amorosos, sin tregua, donde los abrazos, besos y caricias no cesan y van in crescendo, la sed del deseo se intensifica y se quiere más y más, no deseas parar y sólo esperas que tu cuerpo aguante hasta caer muerto si es preciso.
Pues bien, esta pasión no sólo la puede generar una persona sino “un algo” que logre abstraerte del mundo, que te consuma a tal grado que no quieras tener contacto con lo cotidiano, sólo quisieras que cada segundo pasara dedicado a esta intención.
Esta pasión fue la que sentí al verlo a él, entregado a su música, no había más, no cabíamos nadie, sólo él y ella en un retozar, en esa comunicación silenciosa de amantes.
Cuando observé la primera reverencia, antes de tocar una sola tecla me imaginaba el dialogo: -Hermosa, mi amada Euterpe, me permites tocarte, podrías abrir la magia de tu ser para este mortal y abrirme la puerta a los jardines de las Piérides para deleitarme con tu presencia-
Y ella sólo sonrió y lo dejó entrar. Él coloca sus dedos y acaricia cada una de las teclas antes de producir ningún sonido, el teatro entero lo observa, era un cortejo: No estábamos autorizados a interrumpir, sólo se nos permitía observar y callar.
Era como ese primer instante en que dos cuerpos se tocan y se sienten antes de empezar la entrega total.
Entonces la danza amorosa comenzó y fuimos testigos de esta entrega, a través de los vaivenes y ritmos, arriba, abajo, fuerte, suave, vertiginoso, melancólico, alegre, entusiasta, todos los estados de ánimo los sentimos como nuestros.
Finalmente en el ultimo acorde, el amante se incorpora, inclina su rostro y agradece nuestro entusiasmo y generosidad, al permitirle compartir su danza amorosa con nosotros.
Me quedo pensando: Quisiera ser una tecla.
Junio 4, 2010
[1]Proveniente de una familia musical, Gergerly Bogángy es uno de los pianistas mas jóvenes ganador del Premio Kossuth, convirtiéndolo en uno de los pianistas líderes de su generación. Nació en 1974 en Vác, Hungría, y empezó a tocar piano a la edad de 4 años. Continuó sus estudios en la Academia Liszt en Budapest, la Academia Sibelius en Helskinki y la Universidad de Indiana en Bloomington con los profesores László Baranyay, György Sebök, Matti Raekallio. Gergely Bogányi ha tenido grandes éxitos en competencias nacionales e internacionales. Ganando en 1996 la Ferenc Liszt Piano Competition.
Fuente: http://en.wikipedia.org/wiki/Gergely_Bog%C3%A1nyi – Jun03,2010
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